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Campo de juego

el peligro está en que –como hemos visto en estos días- el campo de juego de estas elecciones no sean las urnas, sino el Tricel, la Contraloría y la justicia.
Karen Trajtemberg

Karen Trajtemberg

Magíster en Comunicación Estratégica
Directora Escuela de Periodismo UAI Campus Viña del Mar. Magíster en Comunicación Estratégica
  • Magíster En Comunicación Estratégica, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, 2014

Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.

Falta un año y medio todavía para la elección municipal de 2020. Sin embargo, parece que la carrera ya comenzó en la V Región. Si bien todavía es pronto para ver afiches y palomas, de a poco el ambiente ha ido cobrando un aire frontalmente electoral. De hecho, hace un par de semanas, en este mismo medio se informaba sobre las intenciones de la DC de blindar al concejal por Valparaíso, Marcelo Barraza, para que se convierta en el abanderado de la tienda. Una jugada que no es baladí, considerando que históricamente Valparaíso fue democratacristiano –cómo olvidar la era de Hernán Pinto- y que su pérdida no fue fácil para el partido de la flecha roja. Pero no es el único. Desde la derecha, los movimientos también han comenzado nada de sigilosamente. Partiendo por el exlíder de la Comunidad Judía, Shai Agosin, que firmó por Evopoli y no ha escondido sus intenciones de llegar al sillón alcaldicio. En Viña del Mar, y alentados por las acusaciones de irregularidades, también han comenzado a surgir nombres que estarían dispuestos a competir. Entre ellos, el de Beatriz Sánchez, que durante el verano cambió su domicilio electoral de Santiago a la Ciudad Jardín. La posibilidad de generar alternancia en el poder aparece como una virtud en términos democráticos y, desde ese punto de vista, no es extraño que comiencen los movimientos con miras a las municipales e, incluso, a la elección de gobernadores regionales. Y en la medida en que no se vulnere la normativa electoral, es bueno que la ciudadanía vaya conociendo a quienes aspiran a regir sus municipios, de manera que su decisión sea lo más informada posible. Sin embargo, el tenor que tendrán estas apuestas es lo que genera dudas, pues de a poco comienza a aparecer el peligro de que las campañas se concentren más en acusaciones y denostaciones, en vez de estar centradas en ideas y propuestas para las ciudades.

De hecho, esta semana –a raíz de las cuentas públicas de Viña y Valparaíso- la discusión tuvo un solo foco: las supuestas irregularidades financieras de la municipalidad que dirige Virginia Reginato y la denuncia por abandono de deberes en contra del edil de Valparaíso, Jorge Sharp.

Sin entrar en los detalles de las acusaciones –ni menos, por cierto, en su veracidad-, llama la atención que justo en esta época, en que los comicios comienzan a acercarse, sea cuando los aspirantes de ambas comunas y los partidos opositores a los ediles descubren que hay irregularidades y deciden informarlos a la ciudadanía y a los órganos fiscalizadores. ¿Es que el concejal Jaime Perry –junto al senador Francisco Chahuán- realmente debía esperar a que no le respondieran 300 oficios para acusar recién al alcalde de no estar haciendo la pega?

En ambos casos, se trata de acusaciones que plantean dos visiones contrapuestas. Tan contrarias, que el espacio que queda entre ellas es enorme. Tanto como la diferencia entre los números de la Contraloría, de los concejales denunciantes y de Reginato, en el caso de Viña, para hablar del déficit ($ 2 mil 800 millones según la alcaldesa y $ 17 mil 500 millones según el ente fiscalizador). Y en ese agujero negro que queda entre medio, se da el juego de quienes quieren hacerse un espacio en la carrera y están dispuestos a todo para lograrlo.

Si la  denominada posverdad se convierte en el convidado de piedra, dejando espacio al surgimiento de líderes populistas que estén más pendientes de la acusación, el slogan barato y la promesa vacía, antes que de la salud de las gestiones municipales actuales, el futuro no parece auspicioso. Mucho menos si la ciudadanía entiende que debe llegar alguien a “salvarnos” del mundo político, así como sucedió con el comediante que ganó la presidencia de Ucrania.

La campaña debe darse sobre la base de propuestas. Si la política es la búsqueda del bien común, como planteaba Aristóteles y no solo la lucha por el poder –como han afirmado otros autores-, no parece saludable para nuestras comunas que la campaña se desarrolle bajo la lógica amigo-enemigo, ni sobre acusaciones que van y vienen; que pueden ser ciertas o falsas y que lo único generan es un enlodamiento mayor de la función alcaldicia y del mundo político.

En definitiva, el peligro está en que –como hemos visto en estos días- el campo de juego de estas elecciones no sean las urnas, sino el Tricel, la Contraloría y la justicia. Y eso ciertamente no es sano ni para la democracia ni para nuestras ciudades.

  Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

Campo de juego

el peligro está en que –como hemos visto en estos días- el campo de juego de estas elecciones no sean las urnas, sino el Tricel, la Contraloría y la justicia.

Falta un año y medio todavía para la elección municipal de 2020. Sin embargo, parece que la carrera ya comenzó en la V Región. Si bien todavía es pronto para ver afiches y palomas, de a poco el ambiente ha ido cobrando un aire frontalmente electoral. De hecho, hace un par de semanas, en este mismo medio se informaba sobre las intenciones de la DC de blindar al concejal por Valparaíso, Marcelo Barraza, para que se convierta en el abanderado de la tienda. Una jugada que no es baladí, considerando que históricamente Valparaíso fue democratacristiano –cómo olvidar la era de Hernán Pinto- y que su pérdida no fue fácil para el partido de la flecha roja. Pero no es el único. Desde la derecha, los movimientos también han comenzado nada de sigilosamente. Partiendo por el exlíder de la Comunidad Judía, Shai Agosin, que firmó por Evopoli y no ha escondido sus intenciones de llegar al sillón alcaldicio. En Viña del Mar, y alentados por las acusaciones de irregularidades, también han comenzado a surgir nombres que estarían dispuestos a competir. Entre ellos, el de Beatriz Sánchez, que durante el verano cambió su domicilio electoral de Santiago a la Ciudad Jardín. La posibilidad de generar alternancia en el poder aparece como una virtud en términos democráticos y, desde ese punto de vista, no es extraño que comiencen los movimientos con miras a las municipales e, incluso, a la elección de gobernadores regionales. Y en la medida en que no se vulnere la normativa electoral, es bueno que la ciudadanía vaya conociendo a quienes aspiran a regir sus municipios, de manera que su decisión sea lo más informada posible. Sin embargo, el tenor que tendrán estas apuestas es lo que genera dudas, pues de a poco comienza a aparecer el peligro de que las campañas se concentren más en acusaciones y denostaciones, en vez de estar centradas en ideas y propuestas para las ciudades.

De hecho, esta semana –a raíz de las cuentas públicas de Viña y Valparaíso- la discusión tuvo un solo foco: las supuestas irregularidades financieras de la municipalidad que dirige Virginia Reginato y la denuncia por abandono de deberes en contra del edil de Valparaíso, Jorge Sharp.

Sin entrar en los detalles de las acusaciones –ni menos, por cierto, en su veracidad-, llama la atención que justo en esta época, en que los comicios comienzan a acercarse, sea cuando los aspirantes de ambas comunas y los partidos opositores a los ediles descubren que hay irregularidades y deciden informarlos a la ciudadanía y a los órganos fiscalizadores. ¿Es que el concejal Jaime Perry –junto al senador Francisco Chahuán- realmente debía esperar a que no le respondieran 300 oficios para acusar recién al alcalde de no estar haciendo la pega?

En ambos casos, se trata de acusaciones que plantean dos visiones contrapuestas. Tan contrarias, que el espacio que queda entre ellas es enorme. Tanto como la diferencia entre los números de la Contraloría, de los concejales denunciantes y de Reginato, en el caso de Viña, para hablar del déficit ($ 2 mil 800 millones según la alcaldesa y $ 17 mil 500 millones según el ente fiscalizador). Y en ese agujero negro que queda entre medio, se da el juego de quienes quieren hacerse un espacio en la carrera y están dispuestos a todo para lograrlo.

Si la  denominada posverdad se convierte en el convidado de piedra, dejando espacio al surgimiento de líderes populistas que estén más pendientes de la acusación, el slogan barato y la promesa vacía, antes que de la salud de las gestiones municipales actuales, el futuro no parece auspicioso. Mucho menos si la ciudadanía entiende que debe llegar alguien a “salvarnos” del mundo político, así como sucedió con el comediante que ganó la presidencia de Ucrania.

La campaña debe darse sobre la base de propuestas. Si la política es la búsqueda del bien común, como planteaba Aristóteles y no solo la lucha por el poder –como han afirmado otros autores-, no parece saludable para nuestras comunas que la campaña se desarrolle bajo la lógica amigo-enemigo, ni sobre acusaciones que van y vienen; que pueden ser ciertas o falsas y que lo único generan es un enlodamiento mayor de la función alcaldicia y del mundo político.

En definitiva, el peligro está en que –como hemos visto en estos días- el campo de juego de estas elecciones no sean las urnas, sino el Tricel, la Contraloría y la justicia. Y eso ciertamente no es sano ni para la democracia ni para nuestras ciudades.

  Publicado en El Mercurio de Valparaíso.