- Magíster En Comunicación Estratégica, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, 2014
Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.
Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.
De hecho, esta semana –a raíz de las cuentas públicas de Viña y Valparaíso- la discusión tuvo un solo foco: las supuestas irregularidades financieras de la municipalidad que dirige Virginia Reginato y la denuncia por abandono de deberes en contra del edil de Valparaíso, Jorge Sharp.
Sin entrar en los detalles de las acusaciones –ni menos, por cierto, en su veracidad-, llama la atención que justo en esta época, en que los comicios comienzan a acercarse, sea cuando los aspirantes de ambas comunas y los partidos opositores a los ediles descubren que hay irregularidades y deciden informarlos a la ciudadanía y a los órganos fiscalizadores. ¿Es que el concejal Jaime Perry –junto al senador Francisco Chahuán- realmente debía esperar a que no le respondieran 300 oficios para acusar recién al alcalde de no estar haciendo la pega?
En ambos casos, se trata de acusaciones que plantean dos visiones contrapuestas. Tan contrarias, que el espacio que queda entre ellas es enorme. Tanto como la diferencia entre los números de la Contraloría, de los concejales denunciantes y de Reginato, en el caso de Viña, para hablar del déficit ($ 2 mil 800 millones según la alcaldesa y $ 17 mil 500 millones según el ente fiscalizador). Y en ese agujero negro que queda entre medio, se da el juego de quienes quieren hacerse un espacio en la carrera y están dispuestos a todo para lograrlo.
Si la denominada posverdad se convierte en el convidado de piedra, dejando espacio al surgimiento de líderes populistas que estén más pendientes de la acusación, el slogan barato y la promesa vacía, antes que de la salud de las gestiones municipales actuales, el futuro no parece auspicioso. Mucho menos si la ciudadanía entiende que debe llegar alguien a “salvarnos” del mundo político, así como sucedió con el comediante que ganó la presidencia de Ucrania.
La campaña debe darse sobre la base de propuestas. Si la política es la búsqueda del bien común, como planteaba Aristóteles y no solo la lucha por el poder –como han afirmado otros autores-, no parece saludable para nuestras comunas que la campaña se desarrolle bajo la lógica amigo-enemigo, ni sobre acusaciones que van y vienen; que pueden ser ciertas o falsas y que lo único generan es un enlodamiento mayor de la función alcaldicia y del mundo político.
En definitiva, el peligro está en que –como hemos visto en estos días- el campo de juego de estas elecciones no sean las urnas, sino el Tricel, la Contraloría y la justicia. Y eso ciertamente no es sano ni para la democracia ni para nuestras ciudades.
Publicado en El Mercurio de Valparaíso.De hecho, esta semana –a raíz de las cuentas públicas de Viña y Valparaíso- la discusión tuvo un solo foco: las supuestas irregularidades financieras de la municipalidad que dirige Virginia Reginato y la denuncia por abandono de deberes en contra del edil de Valparaíso, Jorge Sharp.
Sin entrar en los detalles de las acusaciones –ni menos, por cierto, en su veracidad-, llama la atención que justo en esta época, en que los comicios comienzan a acercarse, sea cuando los aspirantes de ambas comunas y los partidos opositores a los ediles descubren que hay irregularidades y deciden informarlos a la ciudadanía y a los órganos fiscalizadores. ¿Es que el concejal Jaime Perry –junto al senador Francisco Chahuán- realmente debía esperar a que no le respondieran 300 oficios para acusar recién al alcalde de no estar haciendo la pega?
En ambos casos, se trata de acusaciones que plantean dos visiones contrapuestas. Tan contrarias, que el espacio que queda entre ellas es enorme. Tanto como la diferencia entre los números de la Contraloría, de los concejales denunciantes y de Reginato, en el caso de Viña, para hablar del déficit ($ 2 mil 800 millones según la alcaldesa y $ 17 mil 500 millones según el ente fiscalizador). Y en ese agujero negro que queda entre medio, se da el juego de quienes quieren hacerse un espacio en la carrera y están dispuestos a todo para lograrlo.
Si la denominada posverdad se convierte en el convidado de piedra, dejando espacio al surgimiento de líderes populistas que estén más pendientes de la acusación, el slogan barato y la promesa vacía, antes que de la salud de las gestiones municipales actuales, el futuro no parece auspicioso. Mucho menos si la ciudadanía entiende que debe llegar alguien a “salvarnos” del mundo político, así como sucedió con el comediante que ganó la presidencia de Ucrania.
La campaña debe darse sobre la base de propuestas. Si la política es la búsqueda del bien común, como planteaba Aristóteles y no solo la lucha por el poder –como han afirmado otros autores-, no parece saludable para nuestras comunas que la campaña se desarrolle bajo la lógica amigo-enemigo, ni sobre acusaciones que van y vienen; que pueden ser ciertas o falsas y que lo único generan es un enlodamiento mayor de la función alcaldicia y del mundo político.
En definitiva, el peligro está en que –como hemos visto en estos días- el campo de juego de estas elecciones no sean las urnas, sino el Tricel, la Contraloría y la justicia. Y eso ciertamente no es sano ni para la democracia ni para nuestras ciudades.
Publicado en El Mercurio de Valparaíso.