Cambio climático: El desafío decisivo para la economía

20 de Mayo 2024 Columnas

William Nordhaus ganó el Premio Nobel de Economía en 2018 por su contribución a modelar la amenaza del cambio climático, al que llamó “el desafío decisivo para la economía”.

Pero la economía tiene una relación ambivalente con el cambio climático. Por ejemplo, las ciencias naturales tomaron el estudio del cambio climático bastante antes que la economía. Es habitual leer cuestionamientos a bancos centrales e instituciones como el FMI por poner estos temas en su agenda.

Esta ambivalencia probablemente se relaciona con la disonancia cognitiva entre el aumento en el bienestar de millones de personas a lo largo de los últimos siglos, gracias a las revoluciones industriales, y el incremento exponencial de emisiones de gases de efecto invernadero que han resultado en calentamiento global. Lo paradójico es que la economía está equipada para lidiar con las llamadas “externalidades”, es decir, efectos adicionales en bienestar de actividades individuales. Los impuestos a la contaminación o la congestión, o los subsidios a la educación y la innovación, son casos donde la teoría económica ha sido muy influyente.

¿Qué pasa con el cambio climático que lo hace particularmente difícil de conceptualizar? Hay por lo menos tres razones.

La primera se relaciona con que la corrección de externalidades ocurre habitualmente dentro de un Estado. El gobierno, entonces, tiene los instrumentos para intervenir, respondiendo a la sociedad y al bien común, para moderar efectos nocivos, o potencial efectos benéficos, de ciertas actividades. El cambio climático, en cambio, es un asunto que no reconoce fronteras.

La segunda es que la relación de texto entre externalidades y medidas correctivas es bastante inmediata. Por el contrario, los efectos del cambio climático que experimentamos hoy son producto de siglos de emisiones. Además, para considerar el bienestar de las futuras generaciones, debemos escoger tasas de descuento bajas, lo que generalmente en economía es un supuesto normativo y no una variable de decisión.

La tercera razón se asocia con que los modelos utilizados por los economistas tienden a ser “bien comportados”, en el sentido de no considerar equilibrios múltiples, efectos no-lineales, o puntos de no retorno. El cambio climático, en cambio, está potencialmente plagado de ese tipo de problemas.

Es difícil la economía del cambio climático. Pero la economía puede aportar. Por ejemplo, la transición a una economía menos carbonizada implica costos elevados en lo inmediato para enfrentar costos mucho mayores en el futuro. El calentamiento global es económicamente equivalente a una caída significativa de la productividad del trabajo y del capital, particularmente en aquellas zonas pobladas y cercanas al Ecuador.

Las políticas de adaptación y mitigación del cambio climático son, entonces, esfuerzos por gestionar anticipadamente esta obsolescencia que se viene. El escoger nuevos tipos de capital para reemplazar de manera anticipada y gradual el stock preexistente puede, además, llevar a acotar el daño futuro. El reemplazo del parque automotor y la generación de energías verdes son dos ejemplos evidentes.

Otra área donde la economía puede aportar criterios es en la discusión sobre las metas de reducción de emisiones y los instrumentos para lograrlas. Es interesante notar cómo estas metas son solo indicativas y cada país escoge planes específicos. Pero la transición energética requiere la explotación intensiva de recursos naturales ubicados en lugares específicos, donde la regulación de emisiones debiese ser más flexible. A nivel global, no hace sentido que el ciclo de inversión en energías verdes en Chile tenga que acomodarse a planes de reducción de emisiones similares a los de países donde se explotan combustibles fósiles. Otro ejemplo es que las soluciones de mercado, como impuestos al carbón o la transabilidad de emisiones, aunque choquen con restricciones de economía política, deben seguir siendo promovidas.

En 2018, Nordhaus compartió el Nobel con Paul Romer, por sus contribuciones a la teoría del crecimiento económico de largo plazo. Puede ser paradójico que esto último es lo que ha generado la situación en la que nos encontramos. Pero en realidad es apropiado que la comprensión de los incentivos y procesos de innovación, muy destacados por Romer, sea donde resida la principal contribución de la economía al enfrentar el “desafío decisivo” del cambio climático.

Publicado en El Mercurio.

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