Café Torres

11 de Junio 2017 Columnas

Fue el símbolo perfecto de la nostalgia de todos aquellos que hoy representan una herencia vacante; huérfanos de una candidatura de Lagos fulminada por su propio partido, que salieron públicamente a respaldar -o a dar un pésame anticipado-, la candidatura de Carolina Goic. Rostros de una transversalidad en vías de extinción, que gobernó el país por dos décadas, y que ahora simplemente deambula entre esas pocas cuadras que separan la morgue del cementerio. Cabelleras encanecidas por el éxito y por el paso del tiempo, que llegaron a la convicción de que la abanderada DC es la más fiel representante de “eso” que ya no tiene ningún futuro.

Guardaron escrupuloso silencio cuando Michelle Bachelet y sus asesores decidieron matar a la Concertación, con la intención de convencer al país de la necesidad de empezar todo de nuevo. Muchos se dejaron llevar también por ese torrente de oportunismo que en el gobierno de Piñera se hizo eco a los clamores de la calle, reinventando una coalición de centroizquierda cuyo único sentido era “lucrar” con la popularidad de la actual Mandataria. Fue el camino fácil y expedito de vuelta al poder y, por tanto, prefirieron no quedar fuera de la procesión. No defendieron su legado ni su historia, creyendo seguramente que las cosas, tarde o temprano, reencontrarían su cauce.

Ahora están políticamente muertos y son objeto del desprecio de buena parte de la centroizquierda, la misma que ellos condujeron el año 1990 a La Moneda y con la cual gobernaron veinte años ininterrumpidos. Socialdemócratas y socialcristianos confesos, que al parecer no entendieron que la Nueva Mayoría era la negación de todo lo que representaban: los cambios graduales, la búsqueda de acuerdos, los pactos de la transición, el crecimiento con equidad, etc. Pero se equivocaron: esta era una “criatura” completamente distinta, que se explicaba y justificaba a sí misma en el rechazo virulento a todo lo anterior.

Con la misma ingenuidad con que Ricardo Lagos creyó que podía cambiar de caballo y ser candidato de la Nueva Mayoría, la DC pensó que podía salir inmune de esta aventura. El actual ministro del Interior les dijo en su cara que para este nuevo proyecto sólo eran “arroz graneado”, pero al parecer tampoco entendieron la metáfora. A última hora optaron por llegar en solitario hasta la primera vuelta y por estos días se encuentran en el mismo punto en que Lagos debió sucumbir al peso de las evidencias: rasguñando el 3% en las encuestas.

La noche del martes pasado se juntaron en el Café Torres a compartir su destino: ser el sudario de una Concertación humillada por sus otrora partidarios, resaca del festín de todos aquellos que hicieron de su martirio el acto fundacional del “nuevo Chile”. Mal que les pese, ya no tienen nada que ofrecer salvo su derrota, nadie a quien representar salvo a un círculo de nostálgicos que hoy apenas cabe en el error estadístico.

Pensaron que sería gratis renegar del pasado y al final se quedaron sin futuro. Primero Ricardo Lagos y ahora Carolina Goic, están pagando el precio de una Concertación miope y oportunista, que no tuvo la valentía ni la dignidad para defenderse a tiempo.

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