Durante la Cumbre de las Américas se preguntó al Presidente Boric qué habría cambiado del socialismo bolivariano. Su respuesta fue: “Sería muy arrogante de mi parte hacer un juicio categórico respecto de procesos tan complejos”. ¿En serio? Sin ser experto, se me ocurren varias cosas —y algunos juicios bastante “categóricos” (empezando por aquellos cuyo objeto son los derechos humanos)—. ¿Debo suspender el juicio para no arriesgarme a que se me considere “arrogante”? No, ciertamente no.
El arte, naturalmente, consiste en escoger bien las palabras. Pero no en escudarse en un defecto del carácter cuyo correlato es la virtud de la “humildad”, tan preciada por el cristianismo. Nunca está de más recordar a Giuseppe Settembrini, un gran humanista, que ante la incapacidad o falta de disposición de Hans Castorp para expresar una opinión propia, lo conminó: “¡Juzgue usted! Para eso le ha dado la naturaleza ojos y entendimiento”. En “La montaña mágica”, la fantástica novela de Thomas Mann, el literato Settembrini representa la Ilustración.