Señor Director:
La Cuenta Pública de Sebastián Piñera marcó un cambio interesante con las presentadas en su administración anterior. En este caso, a pocos meses de acceder al gobierno, necesariamente habla de proyectos, pero en esta ocasión se nota un sentido político mucho más claro. Hay programas específicos, decisiones concretas respecto de reformas y procesos, como los de créditos para la Educación Superior o la gestión de las prestaciones Auge; pero lo más llamativo es el sentido político de estos anuncios.
Michelle Bachelet se caracterizó por ofrecer reformas que buscaban introducir modificaciones profundas en el país. Pero lo hizo desde una visión ideológica específica. Piñera propone un proceso amplio de sentido nacional, de inclusión en las reformas que, tras criticar las condiciones en las que la Hacienda Pública quedó tras la administración anterior, busca introducir procesos de cambio concretos y mensurables que no solo obedezcan a las necesidades sociales, sino que surjan de las comisiones nacionales que ha formado.
Esto parece un acierto, y de conseguir implementar parte de los cambios, puede ser un gobierno transformador. Si la segunda administración de Bachelet fue el gobierno de “correr el cerco”, esta busca que esos cambios pasen de lo simbólico a lo práctico.
Al menos en lo básico vemos a un Sebastián Piñera mucho más firme en la iniciativa, que busca capturar la agenda y que, sin caer en la trampa de la pelea pequeña, se propone desarrollar un proceso de transformación ambicioso. La izquierda ha mostrado ausencia de una visión de sociedad para proponer al país después de su derrota electoral. Piñera tendrá una oposición dura, pero mientras no tenga un proyecto alternativo, el gobierno seguirá teniendo la iniciativa y podrá controlar la agenda.
Publicada en
La Tercera.