Ante el dolor de los demás: nuestra sequía

4 de Octubre 2019 Columnas

Ante el dolor de los demás es el título de uno de los libros más bellos de la intelectual  norteamericana Susan Sontag. La escritora se pregunta sobre la función de las imágenes para despertar en nosotros una respuesta ética frente al sufrimiento ajeno. Hemos sido bombardeados en las últimas semanas por fotografías de la sequía que azota la Región de Valparaíso y sobre todo la comuna de Putaendo. En esas fotografías vemos escenas de paisajes desolados, tierras agrietadas formando un mosaico de trozos como piel partida, animales que yacen moribundos o cadáveres en proceso de descomposición. Cuerpos y más cuerpos: vacas, cabras, terneros. Desfalleciendo ante nuestra mirada impotente, ante la cámara de los fotógrafos.

Y me pregunto con Sontag sobre el poder y el impacto de estas fotografías. ¿Qué pueden hacer? Pienso en el trabajo del periodista Rodolfo Hahn sobre Putaendo, y en dos de sus fotos más fuertes, pero al mismo tiempo bellas. La primera: al fondo sale el sol por las montañas irradiando sus haces por todo el paisaje, un amanecer que alumbra el cadáver de un becerro tendido, montañas y cielo despejado detrás, en un primer plano piedras y más piedras. La segunda: otro cadáver alzado sobre un promontorio, ya seco y se pueden ver las costillas y el vacío del interior, atrás cerros y cielo azul sin ni una sola nube. Estas fotografías pueden incluso parecernos “bellas” y apartarnos de la tragedia que representan.

Es la crítica que tantas veces se le ha reprochado al fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, quien se ha dedicado al documental social de denuncia. Salgado se defiende y sostiene: “Se ha dicho que yo hacía estética de la miseria. ¡Y una mierda! Fotografío mi mundo”. Y eso es lo que vemos en las fotos de la sequía: nuestro mundo. Entre las funciones que Sontag otorga a la fotografía está la de recordar: “las imágenes dicen: esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer”. Las imágenes nos “persiguen”, nos impactan moralmente, nos recuerdan lo que ha pasado y lo que está pasando.

Jacques Ranciere, filósofo francés, acuña el concepto de “imagen insoportable” para aquellas que nos hacen apartar la mirada, aquellas ante las que experimentamos dolor e indignación. Creo que las fotografías de nuestra sequía son insoportables en la medida en que exponen, enrostran en esa mudez de los animales muertos, nuestra falta. La mudez del animal muerto, de la tierra agrietada por la que antes corría el agua, es un testimonio. Sé que Sontag al escribir su “ante el dolor de los demás” estaba pensando en el dolor humano. En el caso de la sequía se trata más bien del dolor animal, pero es crucial empezar a pensar el vínculo que nos une a los animales desde una concepción que vaya más allá de lo estrictamente económico. Porque como afirma la filósofa Corine Pelluchon, autora de “Manifiesto Animalista”: “nuestra relación con los animales es, por tanto, el reflejo de la relación que tenemos con nosotros mismos, y su maltrato a menudo es señal precursora de la violencia contra los humanos, en especial contra los más débiles, como los niños, las mujeres, las personas discapacitadas, los prisioneros (…) concierne al modo en que concebimos nuestra condición y aceptamos nuestra finitud y vulnerabilidad”.

Las fotografías de los animales muertos por la sequía pueden ayudarnos a entender ese dolor ajeno como nuestro, ya que invocan  “nuestra capacidad de sentirnos unidos a los demás seres vivos en una unidad de destino” (Pelluchon).

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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