HomeHeroImage

Amor cívico

Nuestros actos son producto tanto de las condiciones sociales e históricas, como de nuestra naturaleza humana.
Paula Cornejo

Paula Cornejo

Doctorado en Psicología
  • Doctorado en Psicología, Universidad de Deusto, España, 2012.
  • Magíster en Salud Mental y Técnicas Psicoterapéuticas, Universidad de Deusto, España.
  • Psicóloga, Pontificia Universidad de Valparaíso.
Se ha desempeñado como psicóloga clínica en el tratamiento de trastornos psiquiátricos severos en adultos en centros psiquiátricos de la red de salud nacional en Chile, así como también en Santander, España.En el ámbito académico ha estado vinculada a programas relac...

El gran triunfo de la dictadura ha sido el implantar el neoliberalismo en nuestra sociedad y con ello, el empobrecimiento del sentido humano. Según el filósofo Byung-Chul-Han, el neoliberalismo por definición “engendra una injusticia masiva de orden global”. Un sistema que se rige bajo una moral de estatus, del honor y del privilegio, donde el tener dinero reemplaza la identidad. En un Chile así, no es de extrañar que surjan “masas inseguras” movidas por el miedo y el odio: Quien posee dinero siente miedo de perder el honor, el estatus, el privilegio, la tranquilidad; el que no lo posee, siente miedo de la ausencia de seguridad (falta lo esencial para vivir dignamente) y de falta de identidad (soy lo que tengo: nada). Por tanto, el miedo por el futuro individual continua los derroteros del odio y la destrucción del otro, y por qué no, del sí mismo - a fin de cuentas, no somos sin el otro.

Nussbaum plantea que las emociones públicas pueden impactar profundamente en el crecimiento de una nación, tanto en un sentido como en otro: pueden impulsar con fuerza y vigor para avanzar, pero también pueden reforzar las divisiones, las jerarquías y el desprecio.

Nuestros actos son producto tanto de las condiciones sociales e históricas, como de nuestra naturaleza humana. Por ejemplo, la tendencia a estigmatizar y excluir tiene sus raíces en la emoción básica del asco, cuya función es rechazar aquello impuro o que contamina y que me hace vulnerable a la muerte. El rechazo hacia grupos étnicos y sociales tiene sus raíces en la repugnancia: “el negro”, “el homosexual”, “el flaite”, “el lumpen”, “el pobre” se encuentran en una categoría inferior, son los impuros, los contaminados, con quienes es necesario evitar cualquier tipo de contacto para “mantenerme a salvo”.

Para alcanzar la estabilidad en nuestra cultura política, es fundamental reflexionar sobre nuestras actitudes hacia nosotros mismos y hacia los otros. Y para ello, es indispensable nutrirnos y sustentarnos, como sociedad, tanto en valores éticos como en sentimientos fuertes y nobles que motiven a cada uno de nosotros a sacrificar el interés personal en favor del bien común.

De eso se trata, de amor: buscar el bien fuera de mi. No es un amor idílico, es REAL: un amor que acepta la imperfección de la vida y del ser humano; un amor que no pretende obtener todo lo que se desea; un amor que acepta que no todos pueden renunciar al “tener”, al estatus; un amor que acepta que todos tememos a la vergüenza y que todos, en mayor o menor grado, tenemos un deseo narcisista por controlar al otro.

¿Seremos capaces de un acto compasivo que trascienda el asco, el miedo, la vergüenza y la envidia? Deseo profundamente que la respuesta sea un “sí”; un sí arraigado en un compromiso personal con el amor, la igualdad, la libertad y la justicia sin desmentir el mundo real. Un acto de amor trascendente al Yo; un acto de AMOR CÍVICO.

Amor cívico

Nuestros actos son producto tanto de las condiciones sociales e históricas, como de nuestra naturaleza humana.

El gran triunfo de la dictadura ha sido el implantar el neoliberalismo en nuestra sociedad y con ello, el empobrecimiento del sentido humano. Según el filósofo Byung-Chul-Han, el neoliberalismo por definición “engendra una injusticia masiva de orden global”. Un sistema que se rige bajo una moral de estatus, del honor y del privilegio, donde el tener dinero reemplaza la identidad. En un Chile así, no es de extrañar que surjan “masas inseguras” movidas por el miedo y el odio: Quien posee dinero siente miedo de perder el honor, el estatus, el privilegio, la tranquilidad; el que no lo posee, siente miedo de la ausencia de seguridad (falta lo esencial para vivir dignamente) y de falta de identidad (soy lo que tengo: nada). Por tanto, el miedo por el futuro individual continua los derroteros del odio y la destrucción del otro, y por qué no, del sí mismo - a fin de cuentas, no somos sin el otro.

Nussbaum plantea que las emociones públicas pueden impactar profundamente en el crecimiento de una nación, tanto en un sentido como en otro: pueden impulsar con fuerza y vigor para avanzar, pero también pueden reforzar las divisiones, las jerarquías y el desprecio.

Nuestros actos son producto tanto de las condiciones sociales e históricas, como de nuestra naturaleza humana. Por ejemplo, la tendencia a estigmatizar y excluir tiene sus raíces en la emoción básica del asco, cuya función es rechazar aquello impuro o que contamina y que me hace vulnerable a la muerte. El rechazo hacia grupos étnicos y sociales tiene sus raíces en la repugnancia: “el negro”, “el homosexual”, “el flaite”, “el lumpen”, “el pobre” se encuentran en una categoría inferior, son los impuros, los contaminados, con quienes es necesario evitar cualquier tipo de contacto para “mantenerme a salvo”.

Para alcanzar la estabilidad en nuestra cultura política, es fundamental reflexionar sobre nuestras actitudes hacia nosotros mismos y hacia los otros. Y para ello, es indispensable nutrirnos y sustentarnos, como sociedad, tanto en valores éticos como en sentimientos fuertes y nobles que motiven a cada uno de nosotros a sacrificar el interés personal en favor del bien común.

De eso se trata, de amor: buscar el bien fuera de mi. No es un amor idílico, es REAL: un amor que acepta la imperfección de la vida y del ser humano; un amor que no pretende obtener todo lo que se desea; un amor que acepta que no todos pueden renunciar al “tener”, al estatus; un amor que acepta que todos tememos a la vergüenza y que todos, en mayor o menor grado, tenemos un deseo narcisista por controlar al otro.

¿Seremos capaces de un acto compasivo que trascienda el asco, el miedo, la vergüenza y la envidia? Deseo profundamente que la respuesta sea un “sí”; un sí arraigado en un compromiso personal con el amor, la igualdad, la libertad y la justicia sin desmentir el mundo real. Un acto de amor trascendente al Yo; un acto de AMOR CÍVICO.