Señor Director:
Los debates presidenciales de esta semana han mostrado una constante gravísima: el modo de relación de la mayoría de los candidatos se estructura sobre la agresividad y la imputación de mentiras. Las dos revelan una degradación de las relaciones humanas y un menosprecio del diálogo democrático que exacerba las reacciones viscerales y priva a la ciudadanía de la discusión de los temas de fondo. Esta dinámica, instalada a lo largo y ancho de la vida política y social, produce no solo polarización y desafección, sino olvida que las sociedades se construyen desde la cooperación, el diálogo y el respeto.
Es lamentable que los presidenciables no hayan podido sustraerse de esta lógica transformando sus debates en un peligroso atizador de la violencia.
Publicada en El Mercurio.