¿A quién le van a controlar la identidad?

16 de Marzo 2019 Columnas

En el mismo Costanera Center se encuentran tres amigos de 14 años. Como muchos adolescentes, les gusta ir al mall. Vienen de un colegio de Puente Alto. Llegaron en la Línea 4 del metro. Deambulan, no compran. No tienen plata.
Unos son más rubios; los otros no. Unos se visten de una forma; los otros, de otra. Unos hablan de una forma; los otros, de otra. Los seis tienen Facebook. Los seis tienen Instagram. Ninguno de los seis son ladrones. Por el contrario, son relativamente buenos alumnos.
Una pareja de carabineros se encuentra en el sector. Deambulan, no compran. Vigilan. Premunidos de la nueva facultad de control de identidad a menores, y dado el alto nivel de “raterismo” que se vive en el mall, deciden controlar la identidad de los adolescentes que se encuentran cerca unos de otros. ¿A quiénes controlan?
El que “nada hace nada teme”, había dicho el Gobierno para impulsar la ley. Pero la realidad es que a unos ni los miraron y a los otros les abrieron las mochilas, le pidieron carné y les preguntaron qué andan haciendo tan lejos de sus casas. Y si se ponen cargantes, hasta se los pueden llevar a la comisaría por algunas horas.
¿Qué señal se está dando a esos tres adolescentes que han visto que a ellos sí, pero a los otros no? La señal no es otra que no tienen que estar ahí. Y, si están ahí, al menos deben tener a la mano sus “papeles de pobre”. Tal vez sea la próxima iniciativa: que circulen por donde quieran, pero con los papeles a la vista, tal como se le exigió a los judíos andar con una estrella en la Segunda Guerra Mundial.
Ese es el peligro del control de identidad a los menores. Que para lo único que sirva es para fragmentar aún más la sociedad y para alimentar los instintos políticos más espurios.
El diputado Fuenzalida hasta se permitió hacer un meme trivializando la discusión y buscando el aplauso fácil de la galería atemorizada. “No todos los menores de edad son blancas palomas”, decía su pancarta virtual. Era que no. Tampoco todos los diputados son blancas palomas, ni los curas, ni los periodistas, ni los empresarios, ni los padres, ni nadie. Blancas palomas son solo las blancas palomas.
Curiosamente, esta misma semana, la Defensora de la Niñez había señalado que durante los últimos tres años se ha registrado una baja sostenida en la cantidad de menores infractores de ley, entre 14 años y 17 años, acumulando una caída del 31% a nivel nacional. O sea, en medio de una clara tendencia a la baja se propone la “ley de calle segura”.
Es que el miedo vende y vende mucho.
Ello explica que el Gobierno haya sacado una medida bajo la manga, que no estaba en ninguna parte. Ni en el programa, ni en la comisión antidelincuencia. Ni en las recomendaciones de nadie.
Se podrá decir que en el 29% del robo de vehículos participan menores de edad y en un 22,8%, en los robos con violencia e intimidación, tal como dijo esta semana el ministro Chadwick. Pero es obligación decir cómo esta nueva facultad disminuye aquello. Con sobriedad y con datos.
Peor aún: esta nueva facultad se le está dando a Carabineros, una institución que ha demostrado que ni la probidad, ni la eficiencia, ni el criterio abunda en sus verdes venas. No hay que olvidar que el propio Napoleón dijo alguna vez que “la policía a veces inventa más de lo que descubre”. Y los últimos hechos en Chile han demostrado que 200 años y un océano no permiten marcar una diferencia.
El problema de la delincuencia juvenil se soluciona con política social, con mejoras en los sistemas de prevención. Se debe sanear la policía, mejorarla, más prevención y más investigación. Los que saben, dicen que el control preventivo lo único que incentiva es que los carabineros se vayan por el lado fácil de hacer controles “preventivos” en vez de dedicarse a perseguir delitos.
Incluso, se podrán discutir medidas extremas, como el “toque de queda” a menores solos en la noche, tal como existe en muchas ciudades de Estados Unidos, Alemania, Suiza y otros países europeos. A lo mejor no sirve de nada, pero lo claro es que al menos no discriminaría.
En dos días más, seguro que veremos un amplio apoyo en la encuesta Cadem al control de identidad de los menores. El Gobierno dirá que tenía razón. En la oposición empezarán los descuelgues para congeniar con la voluntad popular. Pero no hay que confundirse. No solo la iniciativa no servirá de nada, sino que puede producir graves efectos sociales. Y lo más peligroso es que esto puede no terminar acá. Porque después de esto puede venir la pena de muerte o el corte de mano a los ladrones, los que también concitarían amplio apoyo popular.
Pero hay más. El solo haber planteado esto, y de esta forma, pone en riesgo el principal atributo de Piñera, la moderación, haciéndolo, paradójicamente, perder su propia identidad y, de paso, permitiéndole abrir las puertas de las demagogias contenidas.

Publicado en El Mercurio.

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