A 180 años del triunfo de Yungay

23 de Enero 2019 Columnas

El 20 de enero se conmemoraron 180 años E del triunfo de Chile contra la Confederación Perú-Boliviana. Se trata de uno de los grandes hitos de nuestra historia republicana. Sin embargo, durante este último tiempo se ha ido olvidando y confundiendo con la Guerra del Pacífico.
Aunque los actores fueron los mismos, los cuarenta años que distancian la Guerra contra la Confederación (1836-1839) de la Guerra del 1883) hacen de estos acontecimientos dos hechos completamente distintos.

En primer lugar, el desarrollo de Chile hacia 1836 era bastante precario. La última constitución en curso, de 1833, estaba recién implementándose y el país venía saliendo de una guerra civil que había enfrentado al bando liberal con el conservador y en la que este último había salido triunfante. En este contexto, y ocurre, un conflicto exterior podía unir voluntades en torno a un enemigo común.

Por otro lado, la realidad boliviana en esos años era muy diferente a la de fines del siglo XIX. Unos años antes, específicamente en 1825, Bolivia, que por ese entonces era el Alto Perú, al momento de independizarse perdió, en su nueva conformación territorial, el puerto de Arica y se tuvo que conformar con Cobija, un puerto lejano y pobre. El mariscal Andrés Santa Cruz intentó enmendar este error, aprovechando la guerra civil en Perú, volviendo a unir ambos territorios bajo la fórmula de una Confederación.
Lo que podía ser considerado el retorno a un estado natural fue aprovechado por el hábil ministro Diego Portales. Desde el punto de vista comercial, la unión de Perú y Bolivia ponían en riesgo la hegemonía que tenía, a esas alturas, Valparaíso como principal puerto del Pacífico sur y, desde su mirada como comerciante, esto era inaceptable.

Junto con esto, el estado de guerra permitía implementar una serie de medidas para aumentar el control y someter al ejército. Fue esto último lo que provocó la rebelión de un grupo de oficiales contra Portales, a quien acusaron de enviarlos a un matadero y de implicar a una nación en la defensa de intereses particulares. El motín terminó de la peor manera, con Portales la altura del cerro Barón y con los autores intelectuales condenados a muerte en la Plaza Orrego, que luego del triunfo en Yungay pasaría a llamarse Plaza de la Victoria.

La muerte del ministro no detuvo el curso de la guerra. Se armaron dos expediciones que, también a diferencia de la Guerra del Pacífico, estaban conformadas por exiliados peruanos que no soportaban la idea de ser gobernados por un extranjero. La primera delas expediciones terminó en un fracaso. Al mando de Manuel Blanco Encalada, una tropa mal aprovisionada, poco preparada y desgastada por la hábil acción de Santa Cruz, regresó del norte luego dela firma un acuerdo, con aroma a rendición, que fue conocido como Tratado de Paucarpata. La segunda, en cambio, tuvo éxito. Al mando de Manuel Bulnes, se formó el Ejército Restaurador que tenía como objetivo sacar al usurpador y “restaurar” la normalidad en Perú. A diferencia de la primera, cambiaron la estrategia de atacar por el sur y lo hicieron por el norte. El experimentado general, además, logró concentrar sus fuerzas en Yungay, donde un 20 de enero de 1839, obtuvo la victoria que acabaría con el sueño confederado del Mariscal.

Como en toda guerra, el paso del tiempo fue construyendo una serie de mitos sobre hechos y personajes. Santa Cruz quedó como el enemigo que quería someter a Ecuador y Chile, además de Perú. La sargento Candelaria que derribaba a los soldados que insultaban su sexo; el mapuche Colipí, que resistió el embate de las fuerzas confederadas en el puente de Buin; y el general Bulnes, valiente y magnánimo, se sumaron al panteón de héroes chilenos. Después vendrían las canciones, el más famoso, el Himno a la Victoria de Yungay, de Rengifo y Zapiola, los fastuosos recibimientos, bailes, poesías, condecoraciones, bautizos de calles y plazas, la redacción de una Historia Oficial de Chile e, incluso, según recuerda Diego Barros Arana, obras de títeres dedicadas a la guerra. Se trató, en definitiva, de un hito republicano extraordinario que, de no haber sido por la Guerra del Pacífico, hoy estaría presente en la memoria colectiva.

 

Columna publicada en El Mercurio Valpo.

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