El significativo aumento en cantidad de entidades filantrópicas ha venido acompañado de un importante desafío: la necesidad de profesionalización del sector.
¿Qué hacer? Nada que sea fácil y rápido. Hay que evitar caer en la tentación de redactar leyes apuradas, sin un diagnóstico profundo, guiados por la ilusión de que la tinta de las leyes construye la realidad.