La crisis multidimensional provocada por el SARS-CoV-2 ha dejado en claro que lo ajeno no nos puede ser irrelevante, tal como las determinaciones individuales no son indiferentes en el espacio público.
Tal vez en un futuro próximo, ojalá más temprano que tarde, Turquía goce de mejor suerte y encuentre entre sus gentes a un nuevo Kemal Ataturk, aquel extraordinario prócer que en 1934 decretó que Santa Sofía se transformase en un museo.
Que ya no exista una emisora equivalente en el dial nacional es un síntoma que se suma a la larga lista de dolencias que hemos ido barriendo bajo la alfombra.